Sin lugar a dudas, puede afirmarse que el proceso de apertura económica iniciado el 26 de mayo de 1810 al mismo tiempo que encumbró y enriqueció enormemente a los comerciantes de la ciudad de Buenos Aires, comenzó a empobrecer a la mayoría de la población del interior. La avalancha de importaciones que fluyó tierra adentro planteó una terrible competencia a la manufactura y a la artesanía vernáculas. Las tejedurías, talabarterías, etc., de las provincias mediterráneas no estaban en condiciones de competir con artículos confeccionados en los centros fabriles mecanizados de Manchester o Glasgow. Y así como el litoral creció y pasó a ser la región más rica, adelantada, poblada y dominante del Virreinato, por la mismas causas, el interior se estancó y luego comenzó a languidecer. Las contradicciones así engendradas en el seno del ex –Virreinato por el desarrollo desigual desembocaron en el cruento desgarramiento de la guerra civil entre federales y unitarios.” Una guerra que sería, en esencia, la expresión violenta de la contradicción principal: proteccionismo versus librecomercio. Ésta, y no otra, es la clave, el quid que nos servirá para interpretar la historia argentina. Es en esta clave que podrán entenderse los acontecimientos de nuestro devenir como país, desde sus orígenes y hasta nuestros días. Puede afirmarse entonces que, a partir de 1810 predicar y ejecutar el proteccionismo económico significó, sin lugar a dudas, luchar por la verdadera independencia, la independencia económica del imperio inglés mientras que, predicar y aplicar el librecomercio, significó estar al servicio de los intereses británicos. Dicho más crudamente podemos decir que, predicar y aplicar el proteccionismo económico significó luchar por la liberación del imperio inglés mientras que, predicar y aplicar el librecomercio significó trabajar para que las tierras del Río de la Plata fueran una colonia informal del imperio británico. La contradicción proteccionismo-librecambio fue, desde entonces, en términos políticos, sinónimo de liberación o dependencia. En las Provincias Unidas del Río de la Plata, en la guerra civil desatada después de 1810, los proteccionistas recibieron el nombre de federales y fueron, siempre, acompañados por las grandes masas populares. Mientras que, los librecambistas recibieron el nombre de unitarios, siendo apoyados, directamente, tan solo por las minorías “pseudocultas” – las minorías subordinadas al imperialismo cultural ingles- de Buenos Aires y las capitales de provincias pero, sobre todo recibieron el apoyo indirecto y decisivo del Imperio británico. Sin duda alguna, la lucha entre federales y unitarios fue, principalmente, la gran lucha del pueblo argentino para conseguir su independencia del Imperio inglés. Ésta es la clave de interpretación que, la historia oficial – elaborada por Mitre y “aggiornada” por los historiadores de la llamada escuela de la historia social -, siempre ha ocultado.